MICAÍA
"PENETRANDO LA SANTIDAD"
Jueces capítulo 17:
1Hubo un hombre del monte de Efraín, que se llamaba Micaía,
2el cual dijo a su madre: Los mil cien siclos de plata que te fueron hurtados, acerca de los cuales maldijiste, y de los cuales me hablaste, he aquí el dinero está en mi poder; yo lo tomé. Entonces la madre dijo: Bendito seas de Jehová, hijo mío.
3Y él devolvió los mil cien siclos de plata a su madre; y su madre dijo: En verdad he dedicado el dinero a Jehová por mi hijo, para hacer una imagen de talla y una de fundición; ahora, pues, yo te lo devuelvo.
4Mas él devolvió el dinero a su madre, y tomó su madre doscientos siclos de plata y los dio al fundidor, quien hizo de ellos una imagen de talla y una de fundición, la cual fue puesta en la casa de Micaía.
5Y este hombre Micaía tuvo casa de dioses, e hizo efod y terafines, y consagró a uno de sus hijos para que fuera su sacerdote.
6En aquellos días no había rey en Israel; cada uno hacía lo que bien le parecía.
7Y había un joven de Belén de Judá, de la tribu de Judá, el cual era levita, y forastero allí.
8Este hombre partió de la ciudad de Belén de Judá para ir a vivir donde pudiera encontrar lugar; y llegando en su camino al monte de Efraín, vino a casa de Micaía.
9Y Micaía le dijo: ¿De dónde vienes? Y el levita le respondió: Soy de Belén de Judá, y voy a vivir donde pueda encontrar lugar.
10Entonces Micaía le dijo: Quédate en mi casa, y serás para mí padre y sacerdote; y yo te daré diez siclos de plata por año, vestidos y comida. Y el levita se quedó.
11Agradó, pues, al levita morar con aquel hombre, y fue para él como uno de sus hijos.
12Y Micaía consagró al levita, y aquel joven le servía de sacerdote, y permaneció en casa de Micaía.
13Y Micaía dijo: Ahora sé que Jehová me prosperará, porque tengo un levita por sacerdote.
La frase clave se encuentra en el versículo 6, que dice: “...cada uno hacía lo que bien le parecía”.
Micaía fue un hombre del cual no debiera guardarse memoria, sin embargo la Biblia le dedica un capítulo entero, aparte de ser mencionado en otras ocasiones. Micaía es un mal ejemplo a seguir.
La triste realidad imperante en el pueblo de Dios, en el tiempo de la vida de este hombre, hacía que cada persona asumiera por sí solo una posición cómoda y agradable, pero de acuerdo a sus propósitos y objetivos.
Todos sabían de Dios, conocían sus leyes, y de una u otra manera es posible que hasta anhelaran en agradar a Dios.
Pero sus hechos no eran del agradar de Dios, eran mas bien una forma de utilizar el favor de Dios para su propia conveniencia.
De la misma manera ocurre en nuestros días.
Veamos qué nos dice la Biblia con relación a este Micaía:
Los primeros versículos del capítulo leído, narran una situación un tanto descabellada, pues Micaía, en un arrebato de honestidad, aparentemente muy poco común en él, le confiesa a su madre ser el ladrón de un dinero que ella había perdido.
La reacción de esta mujer nos deja perplejos: en vez de reconvenir a su hijo y de increparle por el daño hecho, ella bendice a su hijo por reconocer el robo y devolver el dinero.
Aparentemente ella había dado por perdida esa cantidad de dinero y no le interesaba ya recuperarlo y se lo devuelve al hijo, diciéndole que ella se había comprometido a que si recuperaba ese dinero confeccionaría un par de imágenes para adorar.
Micaía mostrando hacia su madre una honorabilidad fuera de lugar considera impropio el recibir ese dinero y de igual forma se lo entrega a su madre.
En apariencia la actitud asumida por Micaía, cualquiera diría que es digna y honesta, como si hubiese real arrepentimiento en él por lo que hizo, pero no siempre el reconocer lo malo nos libera del pecado.
Veamos algunos detalles entre líneas que en esta situación la Palabra del Señor nos hace ver.
En primer lugar: La permisividad.
La madre de Micaía muestra un extremado pecado de permisividad,
· talvez fue porque Micaía era su único hijo,
· talvez porque a pesar de la cantidad de dinero robada no era para ella una necesidad imperiosa pues poseía mucho mas,
· talvez simplemente porque no quiso que se supiese que fue su propio hijo quien resultó ser el ladrón,
· o porque ella ya había culpado a otro y no iba a cambiar de opinión para no perder su honorabilidad.
Como sea, la permisividad inundó el corazón de esta madre, lo cual la deja en muy mala posición frente a Dios. Pues Dios no tolera la permisividad.
Es mas, Dios es muy tajante en cuanto a no soportar a aquellos que de labios le honran, pero su corazón está lejos de Él. La Biblia agrega que a Dios le hastiaron hasta los holocaustos que el pueblo ofrecía, pues todos lo hacían por cumplir con la ley, pero su corazón se había apartado de Él. “Este pueblo de labios de honra, pero su corazón está lejos de mí”.
Mas bien ofrecían holocaustos para aplacar la ira de Dios sobre ellos, que como una ofrenda de amor grata ante sus ojos.
Si Dios no permitió eso, muchos menos permitirá que un pecado sea encubierto, como el caso de la madre de Micaía.
Micaía también fue permisivo. Le agradó que su madre no se enojara, y más aún aceptó que le honrara. En ningún momento se consideró indigno de recibir el perdón de su madre.
Hoy en día cualquiera de nosotros puede fácilmente caer en permisividad:
-Cuando oramos sin sinceridad de corazón.
-Cuando cantamos por agradar a quienes nos rodean.
-Cuando aceptamos doctrinas dudosas.
-Cuando toleramos el pecado de otros.
-Cuando ponemos oído a chismes.
-Cuando no nos apartamos de los que hacen maldad.
-Cuando ocultamos la verdad.
-Cuando compramos música no consagrada a Dios.
-Cuando escuchamos canciones no consagradas a Dios.
-Cuando escuchamos chistes groseros.
-Cuando participamos de conversaciones deshonestas.
-Cuando no queremos leer la Biblia.
-Cuando no queremos cantar.
-Cuando no queremos asistir a la iglesia.
-Cuando hacemos cosas indebidas.
-Cuando esperamos tener ganas para hacer algo para el Señor.
-Cuando medimos nuestro crecimiento espiritual comparándonos con los demás.
El salmo 1 es muy claro al decir: “Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos ni en silla de escarnecedores se ha sentado, sino que en la ley de Jehová medita de día y de noche”.
El verano pasado, en una radio cristiana, acá en Chile, escuché a una conocida locutora cristiana muy impaciente por el festival de la canción de Viña del Mar que estaba por empezar, y decía: “¡Hermanos, esta noche por nada del mundo me pierdo a Cristian Castro!” y agregaba “Para qué les voy a decir que no me gusta, nosotros los cristianos tenemos que ser transparentes en nuestro actuar”. ¿Estaba tratando de convencer a la audiencia que todos debemos ser así?. Si ella no es una persona totalmente consagrada y apartada para el Señor ¿porqué insta a los demás a ser como ella?. Eso es permisividad. Es una falta absoluta de compromiso con el Señor. Sobre todo en una radio en que se fomenta, y es lógico, el escuchar la Palabra del Señor y solo música cristiana.
Para Micaía, esta situación permisiva recién comenzaba en su vida.
La madre al ver que su hijo no quiso recibir el dinero, saca una parte y manda a confeccionar una imagen de talla y otra de fundición para, según ella, dedicarlas a Jehová.
¿Porqué confecciona imágenes para Dios si Él las aborrece?
¿Acaso no sabía esto la madre de Micaía?
¿Cuál era el objetivo de tener imágenes en casa?
¿Qué quería conseguir con esto la madre de Micaía?
¿Qué imágenes eran estas?
¿Qué tipo de imágenes eran estas?
¿Qué clase de imágenes eran estas?
La Biblia agrega que estas imágenes la madre las trajo a casa de su hijo Micaía y la casa de Micaía fue conocida como “casa de dioses”.
¿Era una honra ser conocido así?
¿Era tener un buen status?
¿Es posible que hoy alguien sea conocido así?
Posiblemente. Es muy probable que muchos tengan dioses en sus casas, dioses que le satisfacen y llenan sus vacíos, talvez no sean imágenes talladas ni de fundición, pero pueden ser conceptos, doctrinas, tipos de vida, ideas propias, maneras de enfrentar situaciones, como...
-el dinero.
-un status social.
-un cargo importante.
-estudios superiores.
-amistades de alta alcurnia.
-habilidades humanas.
-ministerios en la iglesia.
-buena onda.
¿Pueden estas cosas ser dioses?. Sí. Si ocupan un lugar superior a Dios en nuestra vida.
Aunque sepamos que Dios es omnipotente, que es omnisciente y que está por sobre todo en nuestra existencia, las pequeñas cosas que quitan de nuestra vida el tiempo y la dedicación que le debemos a él, se transforman en dioses.
Micaía ve que se le abre una buena opción de vida al tener estas imágenes en su casa y decide agrandar más el asunto. Mejorarlo, obviamente de acuerdo sus objetivos personales. En otras palabras, sacarle partido a esta situación.
Confecciona “efod y terafines”, agrega el versículo 5.
¿Cuál era el objetivo?. El efod es la vestidura real de los sacerdotes. Los terafines son elementos de adivinación para ver el futuro.
Con el efod pensaba vestir a un sacerdote.
Con los terafines pensaba conocer el futuro.
Pero necesitaba un sacerdote. ¿De dónde sacar uno?, ¿Dónde encontrarlo?.
Tenía que ser,
-alguien conocido,
-alguien en quien pudiera confiar,
-alguien que pudiera hacer todo lo que él le pidiese.
Su hijo. ¿Su hijo?. ¿Quién mejor que su propio hijo?. Nadie mejor que su hijo.
-No le importó que su hijo estuviera en la Universidad estudiando una profesión para su futuro.
-No le importó que su hijo tuviera otros intereses.
-No le importó que su hijo aún no estaba en edad de entender muchas cosas.
Era su hijo y tenía que hacer todo lo que él le pidiera.
Pero no era del linaje sacerdotal, ¿y qué importa?.
¿Y quién haría la ceremonia de consagración?
¡Él mismo!.
¿Él mismo?
¿Quién era Micaía para consagrar a un sacerdote?,
¿Era de la familia sacerdotal?.
No.
¿Entonces porqué lo hace?.
-Es que alguien tiene que hacerlo.
-Alguien tiene que tomar la responsabilidad.
-Al fin y al cabo yo soy su padre.
-Es mi casa.
-Son mis imágenes.
-Es dinero invertido de mi familia.
-Es mi visión.
-Yo sentí en mi corazón el hacer el efod y los terafines.
-Nadie mas capacitado que yo para hacer la consagración.
¡Y consagra él mismo a su hijo para que fuera “su” sacerdote!.
Para su propio beneficio personal y el de su casa, la Biblia lo aclara al mencionar que “Micaía esperaba ser prosperado por Jehová”.
Era un claro intento de manipular la misericordiosa mano de Jehová a su favor. Era un claro intento de ponerse a la cabeza de una idea solo concebida en su mente y no según la voluntad de Dios. Eran sus ideas, eran sus convicciones.
Tenía una imagen de talla y una de fundición, tenía un sacerdote, tenía un efod, y tenía terafines. ¡Tenía toda una legal denominación con personalidad jurídica implícita!. ¡Dios no podría negarse a bendecirlo!.
Micaía se sentía el dueño absoluto de la situación.
Hasta podría alquilar su sacerdote a quien lo necesitara.
También podría usar los terafines; mas de alguno siempre querrá saber qué le depara su destino.
Podría establecer días especiales, a precios convenientes.
Podría trasladar todo a regiones. Podría hacer giras.
¡Es un negocio redondo!
Bien dice el versículo 6: “Cada uno hacía lo que bien le parecía”.
Todo esto ocurría porque Dios no estaba reinando en sus vidas. Dios pasó a ser solo el Creador y no el Salvador personal.
Dios estaba y estará lo suficientemente lejos como para no escuchar ni recibir los cánticos ni las oraciones de quienes adoptan esta posición.
Todas nuestras ganas y fuerzas por hacer cosas para Dios siempre serán en vano si no es su santa voluntad.
Un hombre como Micaía sabía que era abominación a Jehová el tener imágenes, sin embargo él aceptó tenerlas para su propio provecho.
Muchos de nosotros sabiendo lo que debemos hacer para agradar a Dios, nos fabricamos nuestros propios dioses y hasta nuestros “ministerios” y habilidades que pensamos son dones entregados por Dios en nuestras manos, se transforman en dioses que atentan contra la voluntad divina.
Y no solo caemos nosotros sino que arrastramos a otros en nuestro error, a nuestros hijos, a nuestra familia, a nuestros amigos, a nuestros conocidos, a quienes nos están mirando, y nuestro superficial afán de agradar a Dios se transforma en abominación.
Y lo que consideramos una visión, una revelación dada por el Señor para nosotros, viene a ser solo un obstáculo que evita que Dios pueda cumplir su real cometido a través de nosotros.
Hay quienes se dejan fácilmente seducir con tal de tener un puesto o una responsabilidad. Y el puesto, la responsabilidad, o el ministerio se transforman en algo prioritario, y todo nuestro esfuerzo lo ponemos en mejorar lo que hacemos, y como Micaía aumentamos la iniquidad en vez de eliminarla y traer limpieza a nuestra vida.
Conozco a músicos que muy honestamente su única prioridad es ser excelentes músicos para Dios, y en ello invierten tiempo y dinero. Pero Dios no busca buenos músicos, Dios busca adoradores, que le adoren en Espíritu y en Verdad.
Hay muchos también, que muy honestamente intentan hacer buenas cosas para Dios, cosas loables de todo punto de vista ¿pero es la voluntad del Señor o solo un intento personal de agradar a Dios con nuestro cometido?
En la época de los 70 cuando vino un avivamiento en las Iglesias en Chile y en la iglesia a la cual asistía, muchos hippies se convirtieron al Señor y en su afán de hacer cosas para Dios planificaban una y otra actividad cada día. Pero algunas de ellas fueron descabelladas, como una ocasión en que fueron a expulsar demonios a un sanatorio mental, lo cual obviamente fue una muy mala experiencia para todos los que fueron.
Muchas veces anhelamos en nuestro corazón hacer muchas cosas para Dios, pero nuestra impaciencia nos puede llevar a hacer cosas que Dios no quiere que hagamos, aunque en apariencia parezca bueno el hacerlo.
¿Recuerdan a Nadab y Abiú?, ellos pensaron que iban a agradar a Dios ofreciendo incienso en el santuario. Pero como Dios no lo había solicitado, Dios simplemente los eliminó. Para Dios, eso simple y enfáticamente fue fuego extraño.
El hacer cosas que Dios no ha solicitado es abominación a los ojos del Señor. Es fuego extraño. Es avivamiento extraño.
Puede que en estos días la mano misericordiosa del Señor no sea tan drástica como en los días del Antiguo Testamento, pero una cosa sí es segura: la voluntad del Señor sigue siendo la misma.
En esencia Dios no cambia. Él es el mismo ayer, hoy por los siglos.
Micaía quiso agradar a Dios. Pero la intención de su corazón es la que Dios estaba mirando. Y Dios no aceptará jamás una abominación en su santuario.
¿Le digo algo?. Pienso que Dios ni siquiera estaba interesado en saber lo que Micaía estaba haciendo. Dios estaba muy lejos de Micaía y de su familia. Obviamente Dios se había apartado.
Pero eso no es todo. Todavía faltaba la guinda del pastel. Y Micaía ni siquiera lo imaginaba, era como si una fuerza externa y extraña estaba preparando todo para cimentar esta abominación.
Desde el versículo 7 en adelante, el capítulo 17 de Jueces nos relata una historia adicional.
Un levita andaba buscando trabajo.
¿Un levita?, ¿Un músico?, ¿Uno que sirve en el templo?.
¿Dónde está? gritó Micaía, y se levantó apresuradamente. Quizás hasta corrió empujando a los que se interponían en su camino.
¡Un levita!. Uno de la familia de Leví, la familia del sacerdocio escogida por Dios, y pensaba:
-Si lo contrato nadie podrá decirme nada.
-Si lo contrato nadie podrá seguir diciendo que mi hijo no es un sacerdote reconocido.
-Si lo contrato puedo taparle la boca a todos aquellos puritanos que andan hablando mal de mí.
-Si lo contrato yo, nadie mas podrá tenerlo.
-Si lo contrato yo, nadie mas podrá hacerme la competencia.
-Si lo contrato, ahora sí Dios tendrá que prosperarme.
No le pregunta como se llama, le pregunta de donde viene. El levita le contesta que viene de Belén de Judá y busca un lugar donde vivir.
Micaía no le pide su currículum.
No le pide cartas de recomendación.
Solo le interesa que sea un Levita.
A Micaía solo le interesan sus oscuros propósitos.
“¡Quédate en mi casa y serás para mí, padre y sacerdote; y yo te daré diez siclos de plata por año, vestidos y comida!”. Le implora.
¿Recuerdan la cantidad de dinero que él había sustraido a su madre?. Eran mil cien siclos de plata. Y si él le ofreció al levita diez siclos por año como sueldo, la cantidad robada correspondía a contratar a ¡ciento diez hombres por todo un año!. Era una gran cantidad de dinero.
El levita no titubeó ni lo pensó. De inmediato se quedó.
Tendría un sueldo, tendría alimentación gratis y además no tendría que preocuparse de comprar ropa, este patrón le estaba ofreciendo mucho mas de lo que él esperaba.
Nunca pensó que ser levita podía ser tan buena profesión.
“¡Gloria a Dios!, ¡Aleluya!, ¡Gracias Dios por ser yo uno de tus elegidos!.
En Belén, de donde vengo,
-nunca pasó nada,
-es un lugar aburrido,
-no reconocen mi ministerio,
-es un lugar que se está muriendo,
-nunca en Belén pasará nada importante,
-es un pueblo chico,
-a Belén no lo conoce nadie,
-la congregación es chica,
-es cierto que hay buenos hermanos, pero son los que más me critican,
-Belén no tiene ningún futuro,
-por eso a ellos también los dejé, al igual que todas las iglesias en las cuales he estado,
-no me hacen caso en lo que yo les digo,
-siempre insisten en que hay someterse a alguna autoridad.
Así que esta determinación de trabajar con Micaía es el mejor contrato que hago en mi vida. Con él tendré de todo, casa, alimentación y vestuario, ¿qué más necesito?.”
Pero, un momento. Algo aquí no calza.
¿Qué?, ¿cómo que no calza?.
¿Acaso el reemplazar al hijo de Micaía por un verdadero levita no calza?.
¿Acaso Micaía se estaba aprovechando de un verdadero levita y no lo estaba tratando como tal?.
Nada de eso.
Micaía en su afán de seguir con su visión intenta enmendar algunas cosas que no estaban bien, por eso dice: “ahora sí Jehová me prosperará”.
-Talvez las cosas no habían estado saliendo como él esperaba.
-Las giras estaban dejando déficit en vez de ganancias.
-La gente no venía a consultar los terafines.
-Las bendiciones ofrecidas no se cumplían.
-Todo lo que él invertía no lo recuperaba.
¿Cuál es el problema Micaía?
-No lo sé.
-Talvez la gente que me acompaña no es la adecuada.
-Talvez no entienden mi visión.
-Talvez tenga que cambiar de estrategias.
-Talvez tenga que cambiar a varios que no me sirven.
Veamos lo que dice el versículo 11: “Agradó pues al levita morar con aquel hombre, y fue para él como uno de sus hijos”.
La función de los levitas era la de ministrar en el templo. Nunca fue la de buscar agrado en su servicio.
Los levitas mejor que nadie en el pueblo conocían las leyes y los mandamientos de Dios.
Si cumplían una labor de sacerdocio era porque conocían pormenores que la gente del pueblo no conocía.
Los levitas habían sido consagrados y apartados por Dios para tal función. Además fueron santificados por Aarón para cumplir su ministerio y debían permanecer en santidad.
· La santidad requiere total sujeción al Señor.
· La santidad hace que el Espíritu de Dios morando en nosotros nos haga ver cosas que otros no perciben.
· La santidad nos da una sensibilidad de parte de Dios para percibir las reales necesidades de la gente.
· La santidad nos hace percibir cuando algo se aparta de la voluntad del Señor.
· La santidad involucra el apartarse de toda abominación.
· La santidad en nosotros hace que quienes nos rodean vean a Dios en nuestras vidas.
· La santidad en nosotros produce temor de Dios a quienes nos rodean.
· La santidad en nosotros evitará que seamos manipulados.
· La santidad en nosotros no permitirá que seamos utilizados con propósitos que no sean la voluntad del Señor.
· La santidad en nosotros es la presencia misma del Señor.
-Un levita consagrado y santificado siempre estará sujeto a la perfecta voluntad del Señor.
-Un levita consagrado y santificado nunca pondrá precio a su servicio.
-Un levita consagrado y santificado jamás utilizará su unción en beneficio propio.
-Un levita consagrado y santificado jamás dejará que el santuario de Jehová el señor sea profanado.
Pero este levita de Micaía se dejó seducir por dinero, por vestidos y por comida.
-Este levita andaba buscando trabajo.
-Este levita andaba tratando de ponerle precio a la unción.
-Este levita andaba ofreciendo sus habilidades al mejor postor.
-Este levita andaba ofreciendo sus servicios a quien quisiera comprarlos.
-Este levita olvidó que es un servidor de Dios y no del hombre.
-Este levita olvidó que su función es ministrar a Dios en santidad.
-Este levita olvidó que para él no era una opción el servir al Señor.
-Talvez tocaba bien la guitarra,
-talvez tenía buena voz,
-talvez cantaba bien,
-talvez entretenía al público que le escuchaba,
-talvez era simpático,
-talvez tenía otras habilidades aparte de la música,
-talvez era buenmozo,
Pero no estaba cumpliendo su función de ser
-un ministro de Dios,
-un intermediario entre Dios y el hombre,
-un embajador de Dios,
-un profeta de Dios.
Un levita es un ungido por el Señor.
-Un ungido por el Señor sabe cuáles son sus límites.
-Un ungido por el Señor sabe lo que tiene que hacer.
-Un ungido por el Señor sabe lo que tiene que lograr.
-Un ungido por el Señor hará todo lo que el Señor le pidiere hacer.
-Un ungido por el Señor hará todo en santidad.
-Un ungido por el Señor jamás se dejará contratar.
-Un ungido por el Señor jamás se dejará tentar por dinero.
-Un ungido del Señor jamás pondrá en venta su ministerio.
El levita contratado por Micaía cumpliría todo lo que Micaía le pidiere hacer, al fin y al cabo Micaía era su patrón.
-Al levita contratado por Micaía no le importó que hubieran imágenes que Dios no aprobaba.
-Al levita contratado por Micaía no le importó que el único objetivo de Micaía era el de ser prosperado por tenerle a él en su casa.
-Al levita contratado por Micaía no le importó que su patrón fuese el que lo consagrase, sabiendo que eso no era lo que Dios aprobaba.
Este levita solo sería un títere en manos de Micaía.
Existen levitas que teniendo la unción del Señor sobre sus vidas no saben utilizarla ni mucho menos canalizarla para que se cumpla la voluntad de Dios a través de ellos.
Siempre habrá levitas que se dejen manipular con tal de ser considerados. Eso es permisividad.
Es preferible “colgar nuestros guantes” antes de ser vendidos al mejor postor.
Con la unción no se juega.
Tarde o temprano Dios nos pedirá cuenta de nuestra gestión.
El versículo 1 del capítulo 61 de Isaías dice: “El Espíritu de Jehová el Señor está sobre mí, porque me ungió Jehová...”
Dios mismo nos ha ungido, el Espíritu del Señor está sobre nosotros y debemos utilizarlo.
El Espíritu Santo ha sido derramado sobre nosotros para darnos poder y autoridad y no podemos darnos el lujo de guardarlo.
Su Palabra agrega que “no se pone una luz bajo un almud”.
No podemos esconder ni callar lo que Dios nos ha dado para mostrar su poder y autoridad con el fin de que muchos puedan ser salvos.
Si podemos hacer una introspectiva de tu realidad frente al Señor,
-¿Cuál es tu posición frente al Señor y cual frente a los hombres?
-¿Estás en la perfecta voluntad del Todopoderoso?
-¿Estás cumpliendo tu ministerio?
-¿Estás consagrado y santificado por Dios para ministrar?
-¿Estás en el lugar que Dios te puso a trabajar?
-¿Estás trabajando en lo que Dios te ha dado?
-¿Estás haciendo todo lo que Él te ha mandado a hacer?
Si queremos hilar fino en este aspecto, de hecho hablar de santidad es hablar de pureza, es hablar de integridad, es hablar sin dobleces y sin tapujos ante el Señor, recordemos que al Señor no le podemos engañar.
Surge inevitablemente la pregunta: ¿cómo saber si estamos en la perfecta voluntad del Señor?.
Además, ¿cómo saber si lo que estamos haciendo es del agrado del Señor?
-¿Cómo supo Jesús que lo que estaba haciendo estaba bien?
-¿Cómo supo Jesús que lo que estaba haciendo era del agrado de su Padre?.
-¿Cuál era el instrumento que usaba Jesús para saber en qué nivel estaba?.
La oración.
Él se comunicaba con su Padre y entre Él y su Padre había una comunicación fluida y constante.
Jesús en sus oraciones no solo hablaba Él. También dejaba hablar a su Padre. También dejaba que su Padre le hablase.
Cuando Jesús fue bautizado en el Jordán, la Biblia nos narra que se escuchó una voz que venía desde el cielo diciendo: “Este es mi hijo amado en quien tengo complacencia”.
En quien tengo complacencia. Dios estaba agradado de su hijo y de lo que hacía su hijo. Y no se contentó con solo saberlo Él en su reino en el cielo, quiso que toda la multitud que estaba reunida ese día en el Jordán escuchase claramente lo que Él quería decir acerca de su hijo.
Lo que Jesús enseñó, acerca de lo que “le pidamos al Padre en lo secreto Él lo recompensará en público”, en esta ocasión se cumplió a total cabalidad.
Yo soy su hijo. Tú eres su hijo. ¿Has oído la voz del Padre diciendo que Él se agrada de ti?.
Pero hermano, ¿quién puede decir eso?, ¿quién puede decir que ha escuchado la voz audible del Señor mostrando su complacencia para con uno?.
Hay muchos. ¿y cómo?, en intimidad, cuando Dios nos habla directamente a nuestro corazón y en nuestro interior tenemos la convicción de que Dios está con nosotros. En profecía, cuando a algún hermano le es revelado por el Espíritu algo acerca de nosotros. A través de la Biblia, cuando en nuestro afán de encontrar la voluntad de Dios para nuestra vida, el Espíritu Santo nos lleva a leer versículos que traen paz y respuesta a nuestra inquietud.
Existe un versículo que dice: “Por sus frutos los conoceréis”, lo cual también nos avala para examinar lo que nosotros hemos hecho y ver qué frutos hemos obtenido.
También por lo que otros reconozcan de nuestro ministerio y de nuestro actuar.
-Lo que digan nuestras autoridades de nosotros.
-Lo que digan nuestros discípulos de nosotros.
-Lo que digan nuestros hijos de nosotros.
-Lo que digan nuestros amigos de nosotros.
-Lo que digan nuestros vecinos de nosotros.
-Lo que los demás lean en nosotros.
También cuando vemos que el compromiso adquirido con Dios se cumple a través de nuestro ministerio y de nuestro actuar.
Cuando vemos que muchos son bendecidos por el Señor en nuestro entorno.
Cuando se cumple la Palabra pronunciada por nuestros labios.
¿Y cómo logramos esto?
Permaneciendo en intimidad con Él.
-Diariamente.
-Constantemente.
-Apartándonos de todo lo que nos afecta en nuestra vida espiritual.
-Apartándonos de situaciones que no nos convienen.
-Apartándonos de aquellos que hablan iniquidad.
-Apartándonos de conversaciones lisonjeras y superficiales.
-Apartándonos de lo que sabemos no está bien.
-Consagrando nuestra vida exclusivamente para Él.
-Consagrando nuestra boca para Él.
-Consagrando nuestros ojos para Él.
-Consagrando nuestros oídos para Él.
-Consagrando nuestros pasos para Él.
Y solo para Él.
Para lograrlo hay que esforzarse. Hay que vencer a muchos. Hay que vencer hasta nuestra propia persona.
Hay que ser valiente para lograrlo. Muchas cosas tendremos en contra. No solo el diablo con sus tentaciones. No solo el apartarnos del mal. Debemos ser valientes hasta con nosotros mismos. Desechando de nosotros los frutos de la carne. En el poder del Señor.
Hasta un día escuchar su voz, que nos diga tal como se lo dijo a Gedeón: “Varón esforzado y valiente”.
No importa quienes seamos ante los demás. Ante Dios seremos esforzados y valientes. Seremos lo que Él quiere que seamos.
Solo entonces estaremos penetrando su santidad.
Shajah